La contaminación por plásticos es uno de los principales problemas y retos medioambientales a los que se enfrenta la humanidad en la actualidad: cada año se producen más de 400 millones de toneladas de plástico en todo el mundo, la mitad de ellas tienen una vida útil de un solo uso, menos del 10 % se recicla y se calcula que entre 19 y 23 millones de toneladas de residuos plásticos acaban cada año en lagos, ríos y océanos.
Los gobiernos, las empresas, las ONG y la sociedad en general saben que es necesario un cambio radical en la producción, el consumo y la gestión de los residuos plásticos. Por este motivo, en marzo de 2022 se reunieron en Nairobi, en la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, representantes de 175 países preocupados por el creciente problema del plástico de un solo uso y acordaron por consenso que debían trabajar con rapidez y adoptar medidas audaces y decisivas para revertir esta situación.
Como resultado, se está redactando un acuerdo jurídicamente vinculante para finales de 2024. Este tratado establecerá normas y obligaciones mundiales a lo largo de todo el ciclo de vida del plástico. Este histórico pacto medioambiental es uno de los más importantes de los últimos tiempos desde el Acuerdo de París.
Para los dirigentes de los Estados miembros de la ONU, es preocupante cómo el plástico está causando estragos en la naturaleza: las especies lo ingieren o se ha convertido en trampas mortales en los océanos; además, los microplásticos (partículas no mayores de cinco micromilímetros que resultan de la desintegración de plásticos más grandes), están presentes en el aire, el agua y los alimentos, y afectan a la salud de las personas.
Todo el ciclo del plástico: diseño, producción, uso y eliminación debe avanzar hacia una economía circular, ya que la correcta gestión de los residuos plásticos es crucial y determinante para el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, especialmente en los océanos, donde acaba la mayor parte de este material.
Un enfoque de economía circular del plástico debe garantizar que los productos se diseñen de tal forma que al final de su vida útil puedan reutilizarse, repararse o refabricarse, evitando así la extracción de los recursos finitos del planeta y la generación de residuos que acaban en el medio ambiente.
Esto implica un cambio en la forma de consumir de la sociedad y una innovación y desarrollo tecnológicos que permitan reducir el uso del plástico en la producción y minimizar su impacto en la naturaleza.
En el próximo número presentaremos cómo Cercarbono y Global Zero Waste abordan este problema mundial.